Desde hace mucho tiempo, más del doble de mi propia existencia, lo de Israel ha sido injustificable e inaceptable; en algún punto, no se si en estos últimos diez días, o antes, se ha vuelto imperdonable. Entre noticias de incendios que abundan por Uruguay en estos días, vemos de cuando en cuando las noticias que llegan desde la franja de Gaza respecto a la masacre llevada adelante por el Estado de Israel (y mucha importancia tiene la palabra estado, no hace falta razonar mucho porqué) contra el pueblo palestino.
Israel insiste en que sólo es una “contraofensiva” por los constantes ataques con misiles provenientes del territorio palestino (si así se puede llamar un pedazo de tierra apenas más grande que una minúscula ciudad tercermundista), ataques que son, además de ciertos, injustificados. Pero lo que no se admite, es que dichos ataques no son producto de un odio irracional despertado en un grupo de personas de un día para el otro por haber visto una película durante la noche. No, se trata de años de opresión, parte de una política criminal deliberadamente llevada adelante por quienes ahora se encuentran con la necesidad de “defenderse”. Si preparamos un caldo de cultivo, no esperemos obtener un diamante. Aunque me siento tentado a escribir una reseña de lo transcurrido en los últimos, digamos, 60 años (comenzando en 1948, fatídico para la historia), no lo voy a hacer porque ni tengo la habilidad ni la voluntad, y por supuesto la autoridad para hacerlo; tampoco lo tienen la gran mayoría de las personas que sólo se dedican a mirar el informativo para pescar las noticias sobre el mercado de pases del fútbol uruguayo, único tema que, sin que se les prenda fuego el cerebro, puede llegar a interesarles. Seguro que no las tengo todas conmigo, pero afortunadamente algún tiempo de interés por la historia, y la siempre maravillosa internet me ha permitido informarme.
Hace tiempo ya me parecía increíble como, a viva voz, los sionistas decían estar dispuestos a la paz y a una convivencia pacífica con el pueblo palestino, al tiempo que defendían el derecho de los israelíes a extender sus colonias (porque, bajo el nombre que sea, eso eran y siguen siendo) establecidas en territorio ajeno. Esto bajo la mirada un poco desviada del mundo occidental, de la parcial sordera del mismo mundo, y del total mutismo. Cuando en el 2005 Israel emprendió la “retirada unilateral bla bla” de la franja de Gaza, sólo los más optimistas (es decir, los crédulos y los idiotas) podían pensar que era verdad, y que sería permanente. El detalle está en que no se puede decir que la retirada fue completa y exitosa, cuando, si bien se retiran los invasores, se mantiene el asedio desde las fronteras, y se retiene el “derecho” a controlar todo lo que entra y sale del territorio, incluyendo personas, alimentos, energía y artículos sanitarios.
Cuando a una cantidad importante de personas se las mantiene retenidas dentro de un espacio físicamente acotado, hacinados, sin las mínimas condiciones sanitarias, en las que se les controla los bienes a los que pueden acceder, incluidos alimentos, en las que no tienen derecho a prácticamente ninguna libertad, algo debe pasar. En principio, se me ocurren dos posibilidades: que dichas personas se conviertan en un pueblo sumiso, con la mirada clavada en el suelo y esclavos de sus opresores (cosa que particularmente los judíos supieron vivir durante la Segunda Guerra Mundial), o que, por el contrario, incrementen su deseo de libertad, se rebelen contra los opresores y se alineen al primero que se anime a levantar la cabeza.
Durante los menos de tres años que transcurrieron desde la “retirada unilateral bla bla”, Israel controló estrictamente las fronteras de la franja. Fronteras que, según los tratados previos, entre ellos los de 1948 y 1993, no estaban dentro del territorio asignado (por demás, toda asignación que se hubiese hecho era injustificada) al Estado de Israel. En ese período, a pesar de haber casi un millón y medio de personas en un territorio de poco más de 11 por 5 kilómetros, casi desaparecieron las industrias, porque ninguna industria puede funcionar si no hay combustible y materia prima; el empobrecimiento de la población fue total, ya que la mayoría de los ingresos de los habitantes de la franja provenía de los trabajos que tenían en las industrias ubicadas en territorio israelí, trabajos que, de igual manera que las industrias, debieron ser abandonados por las dificultades de tránsito que tenían que enfrentar para desplazarse de un lugar a otro; incluso el tránsito entre zonas, desde la franja de Gaza hasta Cisjordania, dos territorios netamente palestinos, debía (y debe) hacerse bajo estricto control israelí.
Naturalmente, la alternativa escogida por los palestinos fue la segunda, a mi modo de ver la única válida. No olvidemos que Palestina no es Hamas (de igual manera que España no es ETA, ni Irlanda es IRA), pero cuando ya no quedan esperanzas, y día tras día lo único que se puede hacer es seguir perdiendo, al final quienes tengan la capacidad de levantar la voz y la mirada son quienes obtienen el poder, y así, de esta manera, al menos en la franja de Gaza, ahora Hamas es Palestina.
Como lo he mencionado en otras entradas, soy fan de grupo de rock español Reincidentes, y en este momento me vienen a la cabeza algunos fragmentos de sus canciones, en particular una de Aprendiendo a luchar: “quien no tiene nada, solo mierda y sudor, nada tiene que perder”, nunca mejor aplicada a esta situación.
Hoy vi un reportaje que hizo un periodista uruguayo al portavoz israelí. Sabido es que Israel, muy diplomáticamente, no permite el acceso de la prensa internacional, pero las razones no están claras. Parecía un gap de humor interpretado por un actor el intento de justificación. Dio dos razones: la primera estaba basada en la necesidad de que los integrantes de Hamas no puedan enterarse de las acciones israelíes, y que la presencia de prensa internacional en Gaza suponía una amenaza para los propios periodistas supuestamente amenazados por los terroristas árabes, y también para las tropas israelíes (léase, invasoras); referente a esto dijo que “en otro caso, sería cuestión de que los de Hamas se sentasen a mirar televisión” (si es que queda alguna sana, y si no se interrumpe tan seguido la energía eléctrica). La segunda razón, según el portavoz, radica en que la prensa internacional no es imparcial y está abierta a cualquier noticia lanzada al aire, y que no tiene por costumbre verificar la veracidad de la información ni las fuentes, cosa que en Israel no pasa, y que por lo tanto la información dada por Israel es siempre verdadera, a diferencia de lo que pueden informar los periodistas internacionales en caso de ingresar a la zona. Sobre esto último, colmó mi paciencia cuando dijo algo así como “no hay que salir a buscar la noticia, es mejor esperar tranquilos en el lugar a que la noticia surja”...
En fin, ya van 11 días de ataque ininterrumpido, tres desde que comenzó la invasión por tierra, invasión que, por supuesto, no tiene como único objetivo la eliminación de Hamas sino la re-ocupación del territorio, con la consecuente instalación de nuevos asentamientos judíos en el territorio. Es de esperar, como tal vez ya se esté dando, una tercera intifada, en la que la población, miembros y no de Hamas (grupo revolucionario que ganó las elecciones legislativas democráticamente), incluyendo mujeres y niños, defiendan lo que es de ellos (a esta altura, sólo el orgullo) lanzando piedras y pegando con palos a los ultrahiperequipados soldados invasores (que ahora se matan ellos mismos “por error”). Y que puedo decir, en su lugar, yo ya tendría un montón de piedras en mis bolsillos.
Palestinos, la mayor parte del mundo, está ustedes. Como dijeron varios por ahí, incluyendo al propio Yasser Arafat, “Israel tiene el poder militar de su lado, Palestina, tiene el poder de la verdad del suyo”. La única forma de eliminar a Palestina, es matar al último palestino, el Estado de Israel, la organización terrorista más grande del mundo, lo sabe desde hace tiempo, y está abocado a ello.
Hay como un cierto recelo a declararse opositor a un Estado de Israel, o más bien a un estado Sionista, principalmente por miedo a ser señalado como antisemita. Pero no olvidemos que los árabes, incluidos los palestinos, también son semitas. Durante años, quedó impregnada en la gente la idea que semita es sinónimo de judío, cuando en realidad son dos términos emparentados pero de ninguna manera idénticos. Precisamente, los palestinos también son semitas, al igual que el resto de los árabes. De hecho, son semitas todos quienes tienen una cultura descendiente de pueblos antiguos como Asiria, Babilonia, Canaan y Fenicia, lo que incluye a los hebreos y a los árabes.
Y si hay un recelo por declararse opositor a un Estado de Israel, cuánto más a decir “Muerte al Estado de Israel”. Y en este caso, que más da: hoy en día, Israel tiene uno de los ejércitos mejor preparados y equipados del mundo (para eso, le sobra el dinero), pero en su historia, se enorgullecen de cómo otros pueblos sufrieron las plagas (con pleno “regocijo” del “pueblo elegido”) y, principalmente, de cómo el pequeño David venció al gigante Goliath... nuevamente, como dice una canción de Reincidentes: “ahora, ellos son Goliath”... y si uno mira en el horizonte, hay varios David con la honda en la mano....
6/1/09
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1 comentario:
http://cristalrasgado.blogspot.com/2009/01/homenaje-gaza.html
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